El Puerto de Santa María, 10 de agosto de 2018. Tercera corrida de toros del abono en la plaza Real de El Puerto de Santa María. Broche de oro al ciclo de doctorados a pié en esta feria que por el momento se reparte las luces y sombras por igual. De Daniel Crespo a Morante de la Puebla pasando por el portento de Miguel Ángel Perera, se recorren las virtudes y podredumbres de la fiesta.
En esta tercera del abono se dan cita tres espadas que sobre el papel, tienen mucho que decir en el coso portuense. Juan José Padilla, que viene a una de sus plazas para despedirse, José María Manzanares que por estos lares podría llamársele «el deseado» y que tiene la obligación de dar un toque de atención tras sus últimas actuaciones y el torero del momento, la ciclogénesis peruana, Roca Rey. Un torero que no sólo triunfa, sino que ha comenzado a llenar plazas el solito, sin ayuda de nadie. Uno que ha llegado para mandar. La cita se completa con un encierro de Juan Pedro Domecq, que fue falto de fuerza y raza a excepción del cuarto de la tarde. Se rozó el lleno. La plaza ovacionó a Juan José Padilla en el día de su despedida.
Juan José Padilla de blanco y oro. (Ovación con saludos y dos orejas) .
José María Manzanares de azul rey y oro. (Saludos tras fuerte petición y Oreja) .
Andrés Roca Rey de blanco y plata. (Oreja y oreja).
Comenzaba la tarde, titubeante, con un toro en el ruedo muy protestado que evidenciaba falta de fuerza y alguna que otra cojera hasta el punto que en un primer instante Padilla ordenó a su cuadrilla banderillear, hecho que no se produjo al mejorar el astado el galope en la brega de Manuel Rodríguez, de azul y azabache, lo que hizo al jerezano reconsiderar su posición y coger los palos para poner tres imponentes pares. Ya con la muleta comenzaba el jerezano rodilla en tierra pegado a tablas y pasando algún que otro apuro, en los medios compuso una faena por la siniestra de largura pero a media altura, ya que la condición del de Juan Pedro no daba para exigirle demasiado. Faena que fue de más a menos. Tras mete y saca, estocada completa y efectiva. Saludó una ovación.
Ya con el toro de su despedida, se mostró El Ciclón de Jerez, variado y dispuesto con el capote, si comenzaba recibiendo al de Juan Pedro con una larga cambiada de rodillas para torearlo a la verónica y llevarlo al caballo por chicuelinas, terminaba su labor con el de brega con faroles, navarras y revoleras, todo eso antes de coger los palos con la bandera jerezana. Muy lucido estuvo en el cuarteo antes de coger la muleta. Comenzó la faena de muleta Padilla de rodillas, pero ofreciendo tandas de gran largura. Se afanó el diestro en torear con gran profundidad, se mostró muy elegante con un toreo clásico y riguroso. Con el mejor juan pedro de la tarde y es posible que de la temporada. Dos orejas. Padilla se despedía del El Puerto de Santa María honor a él.
Ya con el segundo de la tarde, se desmonteró por su labor en el cuarteo Rafael Rosa, de nazareno y azabache. Ya con la muleta insistió José María Manzanares en ejecutar una faena despegada, que ligaba muletazos a media altura sin comprometerse demasiado. Media estocada. Saludó una ovación tras fuerte petición.
El quinto de la tarde fue un toro soso, de poca transmisión y los pocos muletazos realmente de calidad fueron sacados por rabia más que por compostura. Ejecutó a la perfección la suerte suprema que le valió para no irse de vacío. Oreja
Pintaba en bastos la tarde, cuando Roca Rey a la verónica desarrolló la tauromaquia de la tarde, a base de elegantes verónicas repletas de gusto y con la «pata» siempre hacia delante ofreciéndole la vida, la suya, al de las patas negras. Con el capote a la espalda llevó al animal al caballo por un lucido galleo todo eso antes de crear unos hermosos pases por chicuelinas, que no sabría decir si eran más ajustados que lentos o más lentos que ajustados. Sensacional. Ya con la franela estalló la ciclogenésis, tronaron los tendidos y los corazones se encogieron cuando citó al toro desde lejos para de rodillas, si de rodillas, cambiarse el pase a la espalda. Con la derecha toreó el peruano con gran elegancia, con tandas medidas y pases llenos de largura y ligazón. Por la izquierda ofreció tandas de gran templaza, y la plaza rugía en cada golpe de muñeca con el que Roca Rey terminaba los eternos muletazos de cada tanda y por si la faena no estaba repleta de emoción, rodillas en tierra y sin ayuda en la mano, comenzó a ofrecer tandas circulares antes de pasaportar al animal con media estocada. Oreja.
El que cerraba plaza, salió disperso y con poca fijeza lo que hizo que en el capote no se luciese el diestro peruano hasta los quites donde volvió a estar lucido y variado. Con la muleta consiguió hilar tandas sometiendo por bajo al de Juan Pedro, construyó una faena basada en la variedad y el buen gusto y es que este torero además de técnica y arte tiene asumido que para ser torero hay que pisar los terrenos donde los toros te pueden coger y hacer daño. Remató la faena por ajustadísimas bernardinas. Tras un hazlo estocada completa. Oreja.